100 Escritos a Padrón

Con motivo de la 6ª edición del proyecto «100 escritos a Padrón», promovido por la Casa-Museo Antonio Padrón, presento este relato que nace a partir de 6 de sus obras.

ANTONIO PADRÓN
Nació en Gáldar (Gran Canaria) en 1920. Allí vivió, desarrolló su obra y murió. Artista polifacético, fue pintor, escultor, ceramista, compositor. Durante su vida estuvo muy apegado a su tierra y a su gente. En ellos se inspiró para crear sus cuadros, no desde la pura observación artística, sino desde la implicación con la sociedad de su entorno. Su obra es singular en la pintura canaria del siglo XX.
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CAMINANDO A LA MATERNIDAD
Luis Alberto Serrano

          Estaba el pintor paseando, rumbo a la nada y con los pensamientos en las cosas que veía. Calle abajo, era un camino que le gustaba hacer, porque su tranquilidad le inspiraba. Aquella mañana, al pasar por el lado de la quesería, vio a la mujer un tanto indispuesta. Se acercó, lo más rápido que pudo, a ella y vio que se estaba poniendo de parto. A grito vivo, avisó para que le ayudaran a socorrerla a las vecinas y gentes de buena voluntad. Las secadoras de jareas, que lo oyeron, salieron todas a auxiliar, como si la vida les fuera en ello. Unas a echar una mano en el alumbramiento y, otras, a avisar a la comadrona y al padre que estaría, como siempre, en las majadas. No aparecía la practicante por ningún sitio. Estaría cerca de alguna botella de anís. Así que, todos coincidieron en convocar a la vieja turronera que, por ser la que estaba siempre en la plaza del centro médico, ya había tenido que cortar los cordones umbilicales de la mitad de los niños del pueblo.

          Se concentraron todas las mujeres en la casa de la quesera. Unas preparando agua caliente, otras rasgando una sábana vieja para hacer jirones, y otras preparando café y un queque de plátano para los invitados que tendrían que venir.

          Al pintor lo echaron porque como es hombre, no entiende de esas cosas. La turronera ya daba órdenes a las demás. Parecía un panal de abejas, todas trabajando sincronizadas. El padre de la criatura llegó justo en el momento en el que el retoño esbozó su primer llanto. Entrando corriendo en la casa, se abrazó a todas las que por allí estaban. Hasta una de las secadoras de jareas, con la que hacía años que no hablaba por motivos de unas disputas de tierras, recibió su estrujón.

          Cuando ya todo se hubo calmado, la madre con su bebé en brazos y su esposo al cuidado de los dos, la casa se fue llenando de parientes y amigos con ganas de ver al vástago. No podía nacer en mejor familia. Y, al rato en que todos empezaban a despedirse, volvió el pintor que había ido a ver a la vendedora de flores para traerle un ramito de rosas a la nueva mamá.

Luis Alberto Serrano
@luisalserrano

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