LUIS ALBERTO SERRANO
Candy daba vueltas en la cama. No sabía si era por el calor, por el hambre o por no saber cómo pagar la factura de la luz al día siguiente. Lo poco que tenía en el monedero lo había empleado en comprar un litro de leche y unas galletas, para que pudiera cenar Ricardo, su pequeño hijo.
Por la mañana lo llevó al colegio, convencida de que la señorita Alba le llevaría algo de desayuno. Ellas habían compartido años de estudios y entrenamientos de natación. Estaba agradecida de que, en estos malos momentos que atravesaba, la ayudara en la medida de sus posibilidades sin hacer preguntas.
De camino de vuelta a casa pasó por la oficina de empleo a leer el tablón de anuncios. No llego ni a caminar dos esquinas, cuando un coche paró a su lado. De dentro se oyó una tenue voz que le…